El bullying es una realidad social que actualmente afecta a 1 de cada 5 niños en los entornos escolares. Generalmente, en estas dinámicas hay varios niños y adolescentes implicados: la víctima, el agresor y los testigos. Concretamente, en el artículo de hoy nos centramos en intervención psicológica con las víctimas.
Ser víctima de bullying puede derivar en importantes consecuencias que afecten a los diferentes ámbitos de la vida, yendo desde la esfera social hasta la personal, familiar, lúdica y académica. Es por ello por lo que es clave prevenirlo a tiempo y evitar que se prolongue y derive en mayores problemáticas.
En este sentido, es importante señalar que cada caso de bullying es único y diferente. Lo que implica que cada uno ha de ser estudiado de manera individualizada y el tratamiento se ha de centrar en potenciar y recuperar determinados puntos de la personalidad del menor. Entre estas intervenciones, destacan las siguientes: fortalecimiento de la autoestima y la confianza en uno mismo, desarrollo de habilidades sociales, mejora de las competencias comunicativas, mejora de la gestión de la esfera emocional, entre otros puntos.
Estas últimas dimensiones son especialmente relevantes de abordar. Puesto que, en caso de que el menor se silencie, experimenta mayor sufrimiento por falta de las consecuencias, pero si se encara con el agresor las consecuencias también se incrementarán.
Por último, cabe destacar que la víctima no es la única persona con la que es importante trabajar. Es imprescindible implicar a los agresores en el proceso preventivo y de recuperación, así como tratar de colaborar con las instituciones y centros educativos y con las familias de los niños de cara a tomar las mejores medidas.
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