La culpa es una emoción compleja que puede resultar difícil gestionar, e incluso de identificar. Por este motivo, en el artículo de hoy procedemos a darte 5 consejos para que la aprendas a manejar.
En esta línea, el primero de ellos sería identificarla. En ocasiones, en la vida cotidiana vamos en piloto automático sin pararnos a reflexionar sobre cómo nos sentimos. Por tanto, parar y darnos espacio es clave.
El segundo paso sería ponerle nombre a la emoción. En múltiples contextos, puede resultarnos complejo dar palabras a lo que nos sucede, máxime en el caso de emociones complejas como lo es la culpa. Por ello, escribirlo detenidamente, o ponerle unas palabras que resulten similares a lo que se está atravesando puede ayudar.
El tercer paso es dar cabida a la emoción. Esto es, conectar contigo mismo, con lo que estás experimentando en ese momento, acoger la emoción… Es decir, lo contrario a intentar evitarla o intentar controlarla y no sentirla.
Por último, si la culpa es hacia un fallo o equivocación en la que creemos haber hecho daño a otra persona lo más preferible es pedirle perdón y tratar de reparar el daño. Por otro lado, si la culpa es hacia uno mismo la vía más efectiva es fomentar la autocompasión.
En caso de que se trata de autoculpa, es importante tomar distancia de la emoción. En muchas ocasiones las personas interpretamos nuestras emociones y pensamientos como parte de nuestra identidad. Un ejemplo claro se da cuando una persona que tiende a darle vueltas a un asunto se dice que es una ansiosa o culpable. En este caso, el hecho de que la persona vea que no es ansiosa o culpable, sino que está experimentando ansiedad o culpa puede ayudarla a desvincularse y tomar perspectiva.
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